Superstruct Entertainment, fondos de inversión y ¿qué tienen en común los festivales, el Tulipán y el Fortnite?

Antes de entrar en materia quisiéramos manifestar que Guitar Calavera condena sin matices la masacre y el sufrimiento que padece el pueblo palestino. Nuestra solidaridad está con las víctimas civiles y con la defensa de los derechos humanos en cualquier lugar.

Superstruct Entertainment, fondos de inversión y festivales

La compra en 2024 del gigante de la promoción de eventos Superstruct Entertainment por el fondo de inversión estadounidense KKR –Kohlberg Kravis Roberts– soldó definitivamente la música en directo a los grandes mercados financieros en una operación estimada en 1.400 millones de euros. El grupo Superstruct Entertainment gestiona a día de hoy más de 80 eventos a escala mundial, entre ellos el Interstellar (Sevilla), Resurrection Fest (Galicia), Sónar (Cataluña), Mad Cool (Madrid), Viña Rock (Castilla‑La Mancha) y Tsunami Xixón (Asturias).

Esa operación convierte a KKR en “accionista último” de más de 80 eventos repartidos por todo el mundo. En España, la cartera —según la propia web corporativa de Superstruct Entertainment— incluye entre otros:

Festivales Españoles de Superstruct Entertainment
Captura de la web de Superstruct Entertainment

• Arenal Sound (Burriana, Castellón)

• FIB Benicàssim (Castellón)

• Brunch! Electronik (Barcelona/Madrid/València)

• Sónar (Barcelona)

• Resurrection Fest (Viveiro, Galicia)

• Mad Cool (Madrid)

• Viña Rock (Villarrobledo, Castilla‑La Mancha)

• Monegros Desert Festival (Fraga, Aragón)

• Brava Madrid (Madrid)

• Caudal Fest (Lugo, Galicia)

• Interstellar (Sevilla, Andalucía)

• Madrid Salvaje (Madrid)

• Granada Sound (Granada, Andalucía)

• Festival de les Arts (València)

• Morriña Fest (A Coruña)

• Tsunami Xixón (Gijón, Asturias)

Fuera de nuestras fronteras, la red abarca pesos pesados como el famoso Wacken Open Air de Alemania, el Tuska  Metal  Festival (Finlandia), Sziget (Hungría), Flow Festival (Finlandia), Øya (Noruega o Parookaville (Alemania), entre muchos otros.

El terremoto ético en torno al fondo KKR se ha dejado notar sobre todo en los eventos españoles y, en menor medida, entre los festivales británicos y neerlandeses, donde ya se contabilizan decenas de bajas en Sónar, Resurrection Fest y FIB. Por ahora, no nos constan cancelaciones oficiales en Wacken Open Air ni en Tuska Metal Festival; ambas citas musicales han guardado silencio o descartado cambios tras la entrada de KKR.

cartel Wacken Open Air 2025
Cartel del Wacken Open Air 2025

KKR, por su parte, mantiene participaciones en cientos de compañías —de la agroindustria a la tecnología—, algunas de las cuales han sido señaladas por organizaciones pro‑derechos humanos por beneficiarse de la ocupación israelí. Para artistas y público, la pregunta es inevitable: ¿puede un espacio cultural ser éticamente neutro si los dividendos terminan en un portafolio ligado a violaciones de derechos humanos?

El efecto dominó en los festivales y el fondo KKR

Tras la revelación de los vínculos empresariales, Sónar Barcelona 2025 sufrió la espantada de 28 artistas y varias actividades paralelas. El Resurrection Fest, el festival de metal más importante de España, perdió a Gigatron, Crossed, La Élite entre otros nombres. La onda expansiva del fondo KKR alcanzó también al Viña Rock y Tsunami Xixón entre otros, festivales igualmente integrados en la cartera de Superstruct, donde parte del cartel ha hecho público que “se reserva la decisión final” a la espera de más explicaciones.

Lejos de disiparse, la controversia se alimenta en redes sociales con campañas que animan al boicot, contra‑campañas de apoyo a los eventos locales y llamadas a exigir transparencia sobre los socios financieros.

La reacción de los artistas: la misma indignación, estrategias distintas

Boicot total. Bandas como Gigatron insisten en que “actuar bajo un paraguas vinculado a crímenes de guerra es incoherente con nuestros valores”.

Presencia crítica. Otras formaciones prefieren utilizar el escenario para denunciar la situación en Gaza y presionar públicamente a los organizadores.

Re‑inversión solidaria tal y como plantean bandas como Aphonnic —cuya declaración reproducimos parcialmente a partir del comunicado que acompañamos— ha decidido mantener su concierto en Resurrection Fest pero donar íntegramente su caché al pueblo palestino al igual que Arson Tides banda finalista del Band Contest del Resu 2025 que anuncian que harán lo mismo si superan la última tanda del concurso de bandas del Resurrection Fest.

Todo lo que generemos económicamente en dicho festival será donado a través de una ONG que garantice ayuda directa, humanitaria y transparente… Esta acción no pretende erigirse como un gesto heróico, sino como un pequeño acto de coherencia con nuestros principios”.

Tres tácticas diferentes, un mismo objetivo: no normalizar la violencia ni permanecer impasibles ante la opacidad de las grandes finanzas.

Qué dicen los festivales: autonomía, transparencia y líneas rojas

Resurrection Fest recuerda que su equipo operativo y su programación siguen dependiendo de un núcleo directivo radicado en Viveiro y que “ni un solo euro” sale del evento hacia fines bélicos.

El Tsunami Xixón subraya en su comunicado en redes sociales:

comunicado Tsunami Xixon sobre polemica fondo KKR

No tenemos vinculación con ninguna acción que pueda llevar a cabo ni KKR ni ningún socio de Superstruct. Reivindicamos la paz y la justicia para el pueblo palestino”.

El Viña Rock por su parte insiste en “la independencia total” de sus valores y en que el 100 % de los recursos generados se reinvierte en artistas, trabajadores y proveedores locales:

Atacar el festival es atacar también a los cientos de familias que cada año lo hacen posible (Viña Rock)

Los tres coinciden en condenar la masacre en Gaza y defienden que la entrada de capital riesgo en el accionariado no interfiere ni en la identidad artística ni en la política de patrocinios cotidianos. Los críticos replican que, aunque la gestión diaria sea autónoma, el reparto final de beneficios y la capacidad de veto estratégico residen en la matriz financiera.

La polémica salta a la política ¿y a otros sectores?

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, sugirió crear cláusulas éticas para limitar la entrada de capital extranjero que vulnere derechos humanos en la industria musical. Pero la cuestión señor ministro no es hablar ahora solo de los festivales, es necesario abrir un melón mayor, ¿por qué detenerse en la industria musical?

Si un país puede vetar inversiones tóxicas en los conciertos, ¿no debería aplicar el mismo rasero al dinero especulativo que encarece la vivienda, privatiza servicios esenciales o precariza el trabajo en logística y cuidados?

Si un país puede vetar inversiones tóxicas en los conciertos, ¿no debería aplicar el mismo rasero al dinero especulativo que encarece la vivienda, privatiza servicios esenciales o precariza el trabajo en logística y cuidados? La reflexión conecta con la exigencia, cada vez más extendida, de regular los fondos que especulan con el alquiler —en manos, muchas veces, de los mismos gigantes financieros que hoy también se sientan en el backstage de nuestros festivales.

Boicot, consumo crítico,… de Tulipán a Epic Games

Para ejercer un consumo cultural —y cotidiano— con verdadera conciencia crítica, podemos seguir el rastro del dinero: las memorias anuales y los registros mercantiles muestran que la mayoría de los promotores cuelgan de un hólding y este, a su vez, de un fondo global como KKR. Fondo que compró por 6.800 millones de euros la división de margarinas Flora y Tulipán de Unilever.

Cuando miramos quién patrocina nuestra música descubrimos que el mismo capital decide sobre las redes que usamos, la mantequilla que desayunamos o la casa que alquilamos. El debate no va solo de festivales: va de qué modelo económico queremos en nuestra vida diaria.

Seguramente has jugado al Fornite, Gears of War, Rocket League o Valorant, pues KKR Media participó hace unos años en una inyección de 1.250 millones de dólares en Epic Games, la empresa detrás de estos juegos y del Unreal Engine el motor de juegos más usados. También lideró, junto a Sequoia, la ronda que valoró en 180.000 millones a ByteDance, empresa detrás de TikTok.

En España es KKR es accionista de la empresa de servicios inmobiliarios Hipoges, con la que acaba de lanzar un fondo de 100 millones para comprar hipotecas morosas. En Italia la empresa controla FiberCop, la red de fibra que conecta la mayor parte de los hogares del país.

Dicho de otro modo: el capital –que NO decide quién sube al escenario al igual que ningún festival decide sobre lo que hace el fondo KKR– influye también en el precio del alquiler, en la velocidad de tu conexión y hasta en la mantequilla que untas cada mañana. De ahí la importancia de exigir transparencia a los festivales, apoyar los canales de ayuda directa —como el compromiso público de Aphonnic de donar íntegro su caché al pueblo palestino— y compensar nuestro gasto apostando por sellos autogestionados, salas de proximidad y proyectos cooperativos, manteniendo un debate que combine escrutinio crítico y alternativas viables.

Por tanto te animamos a compensar tu gasto cultural colaborando con sellos autogestionados, los conciertos en salas y los proyectos comunitarios.

También es importante mantener el debate, pero en todos los ámbitos de la sociedad. La presión social es más eficaz cuando combina escrutinio crítico y propuestas viables.

La globalización, monopolios y la cultura como punta del iceberg

La polémica de KKR y los fondos de inversión y festivales no es un caso aislado sino un síntoma. En 2025, ocho compañías controlan más del 70 % del mercado mundial de espectáculos en vivo, mientras los mismos fondos —KKR, Blackstone, Brookfield— se reparten autopistas, residencias de ancianos, hospitales, centros de datos, medios de comunicación y inmensas zonas de bloques de vivienda en alquiler.

Su modus operandi es la mismo en cada sector ya sea la música o el sector inmobiliario: maximizar rentabilidad, recortar costes laborales y blindar su posición mediante compras sucesivas que les permiten ejercer un poder casi monopólico. Las consecuencias van más allá de la cultura:

Vivienda: Los alquileres suben cuando los mismos fondos o otros similares que gestionan los festivales compran un edificio o áreas enteras de viviendas.

Privatización en la sombra: Carreteras, puertos y hospitales pasan a ser activos financieros cuyo rendimiento se calcula en hojas de cálculo, primando los números y no el bienestar ciudadano.

Homogeneidad creativa. Cuando la lógica de los números dicta qué suena en los escenarios, la diversidad cultural se reduce y los márgenes para el riesgo artístico se estrechan.

Luchar contra esta vorágine exige herramientas legislativas en todos los ámbitos, no solo el musical —impuestos a la especulación, cláusulas antimonopolio, participación pública podrían ser acciones válidas— y, sobre todo, una ciudadanía informada y organizada que entienda que la cultura es solo la primera línea de un frente mucho más amplio contra el que luchar.

No hay respuestas simples, pero sí preguntas imprescindibles en toda esta problemática que nos afecta a todas y todos. Amar la música es hoy, más que nunca, un acto político. Desde Guitar Calavera invitamos a bandas, público y promotoras a seguir abriendo este debate con rigor y empatía: exigir transparencia a las grandes financieras, defender los derechos humanos y construir espacios culturales y sociales en donde nadie se quede atrás.

Si tienes información veraz o quieres compartir tu postura, nuestro buzón sigue abierto y ofrecemos nuestra plataforma para dar voz a quién lo estime oportuno. La conversación, como la música, no debería parar nunca.