El 7 de julio de 2006 Syd Barret falleció en Cambridge, tenía sesenta años de edad y dos millones de euros en el banco procedentes de los derechos de autor de los temas que había compuesto en los años sesenta. Desde principios de los setenta vivía en casa de su madre, completamente desconectado del mundo debido a algún tipo de enfermedad mental que nunca se llegó a diagnosticar. Pero cuarenta años antes, Syd Barret había sido uno de los compositores e intérpretes más fascinantes del mundo, un visionario, un genio que compuso algunos de los temas más vanguardistas de la historia del rock y que todavía hoy suenan futuristas, originales y atemporales.

«Eso era todo lo que quería hacer de niño: tocar bien la guitarra y hacer el indio. Pero demasiada gente se me puso por medio.»

Roger Keith Barret nació en Cambridge el 6 de enero de 1944, fue el menor de cinco hermanos y tuvo una infancia feliz en una familia normal. Su padre, que alentó desde muy joven su interés musical –primero con un banjo y más tarde con una guitarra–, murió cuando Syd sólo tenía catorce años, lo cual parece ser que marcó bastante su carácter –y probablemente su vida.

Su primer grupo fue Geoff Mott and the Mottoes, del que era guitarrista, el grupo tuvo una trayectoria muy corta y tras su disolución, Syd comenzó a hacer pequeñas actuaciones en solitario y a componer e interpretar sus primeros temas. Por aquella época entabló amistad con varios compañeros de instituto (Cambridge High School) entre los que se encontraban David Gilmour y Roger Waters.

El nacimiento de Pink Floyd

Cuando todos se mudaron a Londres a completar sus estudios superiores, Waters pidió a Syd que se uniera a su grupo, que por aquel entonces se llamaba The Abdabs, y que estaba formado por el propio Waters, Rick Wright, Nick Manson y Bob Klose, que abandonó el grupo poco tiempo después entre otros motivos por su mala relación con Syd. Syd, que ocupó el puesto de guitarrista y cantante, propuso un nuevo nombre para el grupo: The Pink Floyd Sound, en homenaje a dos viejos músicos de blues, Pink Anderson y Floyd Council, los demás aceptaron, aunque poco tiempo después acortarían el nombre y quedaría simplemente como Pink Floyd.

Su primera actuación fue en el Countdown Club de Londres a finales de 1965, por la que los cuatro estudiantes recibieron 15 libras. A partir de entonces comenzaron a actuar con regularidad tanto en Londres como en Cambridge. En un principio el repertorio del grupo se basó en clásicos del rock y el blues, pero poco a poco comenzaron a introducir los temas que componía Syd y a experimentar con nuevos elementos: intervalos instrumentales, distorsiones, nuevos sonidos, improvisaciones, proyecciones de películas, diapositivas y juegos de luces (especialmente famosas se hicieron las “luces liquidas”), que convertían sus shows en todo una experiencia psicodélica y que pronto situó a la banda a la cabeza de la vanguardia del underground londinense. En 1966 se establecieron como banda residente en el club UFO de Londres y no tardaron en conseguir un contrato discográfico con EMI.

El ascenso a la fama

El 11 de marzo de 1967 se publicó el primer sencillo de Pink Floyd, compuesto por Syd Barret, Arnold Layne, una verdadera joya de pop psicodélico, que llegó al número 20 de las listas de éxitos del Reino Unido y que mostraba las mejores virtudes de Barret como compositor. Su segundo sencillo, «See Emily Play», otra genialidad de Barret, alcanzaría el número 6 en las listas éxitos y le proporcionaría a la banda una gran fama. Después llegaría su primer larga duración, «The Piper At The Gates Of Dawn». El primer disco de Pink Floyd, que incluía 11 temas de los cuales 10 estaban compuestos por Barret, captó a la perfección el espíritu de la época y la esencia de la psicodelia de los años 60. El disco está repleto de buenas canciones como Matilda Mother, Interstellar Overdrive (una odisea instrumental de casi 10 minutos) o Bike, pero destaca especialmente el tema de apertura, la fascinante «Astronomie Domine», que de nuevo mostraba la genialidad de Syd como compositor, pues conseguía combinar a la perfección la experimentación de sus directos con un pop pegadizo y familiar. Tal y como escribió el periodista musical Jim Harrington “nadie escribía singles psicodélicos mejor que Syd Barret”. El disco es Syd Barret en estado puro, es su gran obra, su gran aportación a la historia del rock, era Syd Barret en su mejor momento como compositor e intérprete.

El caída del ídolo. Syd se vuelve inestable.

Pero ya para finales de 1967 sus compañeros comenzaron a darse cuenta de que el excesivo consumo de drogas, especialmente LSD, y las presiones de la fama, estaban pasando factura a la joven estrella, que inició un brutal declive de sus capacidades mentales. Sus problemas se fueron haciendo cada vez más evidentes, especialmente en sus actuaciones en directo, en las que mostraba un comportamiento completamente errático y terminaron por hacer imposible que siguiera al frente de Pink Floyd, al menos en directo. El grupo contrató a su viejo amigo David Gilmour para sustituirlo y aunque llegaron a hacer unas pocas actuaciones en vivo los cinco juntos, decidieron relegar a Syd al puesto de “compositor en la sombra” pero finalmente sucedió lo inevitable: el 6 de abril de 1968 se anunció oficialmente que Syd Barret abandonaba Pink Floyd.

Pink Floyd siguió su camino y Syd Barret inició una breve y caótica carrera en solitario, ayudado por sus dos amigos Waters y Gilmour, que produjeron con mucho esfuerzo su primer disco «The Madcap Laughs», que fue editado por EMI en enero de 1970. El disco muestra en cierto modo el estado mental de Syd en aquella época, con unas canciones extrañas, letras oscuras e interpretaciones desiguales, en ocasiones claramente desafinadas, pero también muestra por momentos su genio como compositor. A pesar de que las ventas no fueron buenas, el disco ha sido considerado por muchos críticos como una pequeña obra maestra y ha influido a una buena cantidad de músicos entre los que destaca David Bowie, ferviente admirador de Barret.

Poco después se grabó y se editó un segundo disco, Barret, de nuevo producido por David Gilmour y en el que colaboraron varios músicos entre ellos Rick Wright. El disco, a pesar de estar mejor producido, perdía parte de la magia de su predecesor y no suscitó tanto interés como The Madcap Laughs. Fué el último trabajo de Barret, nunca más volvió a grabar un disco o un single en un estudio de grabación. Tras varias actuaciones en directos que fueron un fracaso, volvió a Cambridge, a casa de su madre, donde se recluyó durante años dedicado fundamentalmente a la pintura. EMI publicó bastante material inédito de Barret en años posteriores y algunos recopilatorios, lo que mantuvo vivo su recuerdo.

Noticia Daily Mirror muerte Syd BarretBrilla loco diamante! El adiós definitivo.

Rick Wright recuerda: “fué muy duro verlo así, yo y Roger nos echamos a llorar

Cuando en 1975 Pink Floyd estaban grabando su tema de homenaje al que había sido su líder, la monumental «Shine On You Crazy Diamond», para el disco «Wish You Were Here», Barret se presentó en el estudio. Estaba calvo, con las cejas afeitadas, tenía un gran sobrepeso y muy mal aspecto general, sus compañeros tardaron un rato en darse cuenta de quien era aquel individuo que nada tenía que ver con el joven apuesto y brillante que habían conocido años atrás. Rick Wright recuerda: “fué muy duro verlo así, yo y Roger nos echamos a llorar”. Barret les comentó que tenía la intención de volver a componer y grabar y que esperaba poder colaborar con ellos en un futuro, pero lo cierto es que nunca jamás lo volvieron a ver.

La carrera de Barret fue muy corta, pero su influencia capital en el desarrollo de la música rock y la calidad del poco material que grabó, además de haber sido el fundador de una de las bandas más grandes de todos los tiempos, lo convierten sin duda en una de las grandes leyendas de la historia del rock. Shine On You Crazy Diamond…





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