A Coruña amaneció con un parte meteorológico que apuntaba maneras de epopeya, y vaya si lo fue: 6,5 l/m² descargaron sobre el Muelle de Batería entre las 22:10 y las 23:10. Un «diluvio de verano» que puso a prueba tanto al ciclo Coruña Sounds como a los propios cartageneros.
Sprint bajo el paraguas
La espera empezó torcida: 19:30 marcaba el programa oficial y a las 20:10 las puertas seguían cerradas. La cola serpenteaba hasta Palexco y más allá, convertida en un arcoíris de chubasqueros y paraguas que las redes no tardaron en bautizar como #CoruñaSoundsChallenge.
Cuando por fin se levantaron los portones, los más rápidos se jugaron las plantillas en un sprint sobre el asfalto del Muelle de batería para conquistar la primera fila, aquí podéis ver al ganador.
Michael Foster: soul, twist y saxos entre las primeras gotas
A las 21:00 irrumpió Michael Foster –español de origen inglés– con su mezcla de soul mediterráneo y aire brit-pop. Segundo corte y primer dardo al corazón: “Ojalá”. Sobre las 21:20, cuando la fila de acceso aún goteaba público, soltó un mash-up infalible de “Twist & Shout” y “La Bamba”. El clímax llegó con “Vamos a vivir para siempre”, saxofón en mano y un grito desafiante: «¡Quiero veros dando putos botes!». Sin duda lo consiguió.
Cónica Arde Bogotá Coruña: Cowboys sobre la pasarela
Con quince minutos de retraso sobre la hora reprogamada de la organización, la megafonía el muelle se trasformó en su Ruta 66 particular con la misma narrativa de carretera polvorienta que la banda viene defendiendo en la gira de Cowboys de la A3.
Arde Bogotá iniciaron el concierto de A Coruña con “Veneno”, sonó “Abajo”, “Quiero casarme contigo” y “Qué vida tan dura”, esta última muy apropiada para la ocasión. Los éxitos de la banda iban sonando a velocidad de crucero en una autopista cada vez más empapada. A las once la noche el chaparrón ganó la mano: equipos empapados y alguno averiado, escenario inundado y un parón que puso los corazones de todas y todos en punto muerto. ¿Cancelaban?
El staff del Coruña Sounds empezó a mover y proteger equipos al tiempo que Antonio García, frontman de la banda, salió a agradecer al público su paciencia y tesón para aguantar bajo la lluvia. Parte del público a nuestro lado entonaba aquello de «la lluvia cae sobre el cielo gris» del clásico Ojos Negros de Duncan Dhu. Espíritu festivalero nivel experto.
Vuelta a la A3 con Exoplaneta y una tregua celestial
A las 23:30, Antonio y los suyos reaparecieron sobre la pasarela, empapados pero indemnes, para regalar “Exoplaneta”. Con las nubes alejándose, cada acorde sonaba como una victoria. El setlist nos regalaba “Te van a hacer cambiar” y “Cowboys de la A3” con un nuevo agradecimiento explícito al público que resistió el temporal.
Y llegó el momento gourmet: foto proyectada sobre las pantallas de la primera visita de Arde Bogotá a Galicia –hace unos cuatro años– seguida de la entrada de una sección de cuerda con violines, violonchelos,… para “Virtud y Castigo”.
Un interludio de cuerdas hiló con una versión íntima de “Copilotos”, antes de la recta final: “Flor de la Mancha”, “La Salvación”, “Los Perros”, “Antiaéreo” y un “Cariño” catártico con el cielo, al fin, en calma. Cada estribillo fue coreado al unísono; cada palmo de suelo resbaladizo se convirtió en una pista de baile improvisada gracias al enérgico directo de la banda.
Uno de esos conciertos que se contarán durante años: el de la noche en la que Arde Bogotá domó la lluvia atlántica a base de riffs, cuerdas y orgullo.
Profesionalidad a prueba de tormentas
Entre cambios de ropa exprés, chequeos de seguridad y reprogramaciones sobre la marcha, Arde Bogotá dio una lección de profesionalidad. Donde otros habrían cancelado, ellos redoblaron la apuesta, atentos siempre a la seguridad pero fieles a la máxima rockera de que “el show debe continuar”.
Nos fuimos con la garganta ronca, el outfit completo empapado y la certeza de haber vivido uno de esos conciertos que se contarán durante años: el de la noche en la que Arde Bogotá domó la lluvia atlántica a base de riffs, cuerdas y orgullo. Coruña Sounds arrancó con tormenta… y la banda la convirtió en su mejor decorado.
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